viernes, 3 de septiembre de 2010

Las verdades del barquero



Os copio aquí un artículo de Pérez Reverte que, como casi siempre, da de lleno donde mas duele. Ya está un poco pasado de fecha, pero no de actualidad. Y además no necesita de ningún comentario.


Cada vez que doy un paseo veo más tiendas cerradas. Algunas, las de toda la vida, habían sobrevivido a guerras y conmociones diversas. Eran parte del paisaje. De pronto, el escaparate vacío, el rótulo desaparecido de la fachada, me dejan aturdido, como ocurre con las muertes súbitas o las desgracias inesperadas. Es una sensación de pérdida irreparable, aunque sólo haya echado vistazos al escaparate, sin entrar nunca. Otras de esas tiendas son negocios recientes: comercios abiertos hace un par de años, e incluso pocos meses; primero, los trabajos que precedían a la apertura, y después la inauguración, todo flamante, dueños y dependientes a la expectativa, esperanzados. Ahora paso por delante y advierto que los cristales están cubiertos y la puerta cerrada. Y me estremezco contagiado de la desilusión, la derrota que trasmite ese triste cristal pegado al cristal con las palabras se alquila o se traspasa.

En lo que va de año, la relación es como de una lista de bajas después de un combate sangriento. Entre las que conozco hay una parafarmacia, dos tiendas de complementos, una de música clásica, una estupenda tienda de vinos, una ferretería, una tienda de historietas, tres de regalos, dos de muebles, cuatro anticuarios, una librería, dos buenas panaderías, una galería de arte, una sombrerería, una mercería e innumerables tiendas de ropa. También -ésa fue un golpe duro, por lo simbólico- una juguetería grande y bien surtida. Me gustaba entrar en ella, recobrando la vieja sensación que, quienes fuimos niños cuando no había televisión, ni videoconsola, ni nos habíamos vuelto todos -críos incluidos- completamente cibergilipollas, conservamos del tiempo en que una juguetería con sus muñecas, trenes, soldados, escopetas, cocinitas, caballos de cartón, disfraces de torero y juegos reunidos Geyper, era el lugar más fascinante del mundo.

Ahora hablamos de crisis cada día. Hasta los putos políticos y las putas políticas, que no es lo mismo que políticas putas, ahórrenme las putas cartas, lo hacen con la misma impavidez con que antes afirmaban lo contrario. En todo caso, una cosa es manejar estadísticas; y otra, pisar la calle y haber conocido esas tiendas una por una, recordando los rostros de propietarios y dependientes, su desasosiego en los últimos tiempos, la esperanza, menor cada día, de que alguien se parase ante el escaparate, se animara y entrase a comprar, sabiendo que de ese acto dependían el bienestar, el futuro, la familia. Haber presenciado tanta angustia diariaEl ausencia de clientes, el miedo a que tal o cual crédito no llegara, o a no tener con qué pagarlo. El saberse condenados y sin esperanza mientras, en las tiendas desiertas que con tanta ilusión abrieron, languidecían su trabajo y sus ahorros. Morían tantos sueños..

Eso es lo peor, a mi juicio... Lo imperdonable. Todas esas ilusiones deshechas, trituradas por políticos golfos y sindicalistas sobornados que todavía hablan de clase empresarial como si todos los empresarios españoles tuvieran yate en Cerdeña y cuenta en las islas Caimán. Ignorando las ilusiones deshechas tanta gente con ideas y fuerza, que arriesgó, peleó para salir adelante, y se vio arrastrada sin remedio por la tragedia económica de los últimos tiempos y también por la irresponsabilidad criminal de quienes tuvieron la obligación de prevenirlo y no quisieron, y ahora tienen el deber de solucionarlo, pero ni pueden ni saben. De esa gentuza encantada consigo misma que no sólo carece de eficacia y voluntad, sino que sigue impasible como don Tancredo, procurando ni parpadear ante los cuernos del toro que corretea llevándose a todo cristo por delante. Un Gobierno cínico, demagogo, embustero hasta el disparate. Sentenciándonos, entre unos y otros, a ser un país sin tejido industrial ni empresarial, sin clase media, condenado al dinero negro, al subsidio laboral con trabajo paralelo encubierto y a la economía clandestina. Con mucho Berlusconi en el horizonte. Un rebaño analfabeto, sumiso, de albañiles, putas y camareros, donde los únicos que de verdad van a estar a gusto, sinvergüenzas aparte, serán los jubilados guiris, los mafiosos nacionales e importados, y los hooligans de viaje y tres noches de hotel, borrachera y vómito incluidos, por veinticinco euros. Para entonces, los responsables del desastre se habrán retirado confortablemente al cobijo de sus partidos, de sus varios sueldos oficiales, de sus pingües jubilaciones por los servicios prestados a sí mismos. A dar conferencias a Nueva York sobre cómo nos reventaron a todos, dejando el paisaje lleno de tiendas cerradas y de vidas con el rótulo se traspasa. Así que malditos sean su sangre y todos sus muertos. En otros tiempos, al menos tenías la esperanza de verlos colgados de una farola.


Pd. Y de todo ello tienen la gran culpa de lo que ocurre los estómagos agradecidos a la Zeja: titiriteros del mundo del espectáculo del "No a la guerra" y el "Nunca máis", subvencionados mediante subsidios miserables y asquerosos 400 € por un voto y los millonarios sindicatos y sindicalistillos de izquierda. Pero sobre todo: la culpa de lo que ocurre es de los votantes aborregados de la izquierda nazional-socialista... de todos aquellos que votan BloKe, PNV, ERC, IU, CC, PAR, P$oo€.  Unos por ignorantes, componentes de la masa borreguera de la Zeja y por no querer indagar la verdad de nuestra historia y de la historia de la izquierda en España. Otros porque todavía no les han tocado su bolsillo y lo que les ocurra a los demás les importa poco o nada.

lunes, 30 de agosto de 2010

Dias especiales

               Durante mucho tiempo procuré que mi vida funcionara de acuerdo al principio de que todos los problemas que puedan ir apareciendo a lo largo de la existencia de una persona están divididos en dos grupos: los que se pueden solucionar y los que no tienen solución. De los primeros no hay que preocuparse y de los segundo ¿para qué? Me ha funcionado durante mucho tiempo. De hecho, funcionó hasta que los problemas te los creas tu mismo y la competitividad laboral te hace bajar la guardia y entras en la dinámica de ir parcheando tu vida dando soluciones a problemas que, muchas veces, ni siquiera son tuyos pero que terminan afectándote a ti, a tu trabajo o a alguien de tu entorno. Y acabas olvidando lo que funcionaba tan bien.

          Un buen día leí una historia en un diario local que me impactó: Un hombre, acompañado de un amigo, buscaba por los cajones del armario de su mujer una ropa determinada; encontró un paquetito y en el interior, un bonito conjunto de ropa íntima que nunca le había visto puesto. Junto a la lencería una nota con la letra de su mujer que decía: "Para un día muy especial". El hombre se volvió a su amigo y, mostrándole la nota, dijo: ¿Que día puede ser mas especial que el de hoy?. Y puso el conjunto de lencería junto con el resto de la ropa que iba servir de mortaja a su esposa, muerta hacía pocas horas.
Que la historia sea real o inventada es irrelevante, lo que no es irrelevante es la moraleja que puede sacarse de ella. Dejar de hacer cosas, dejar de disfrutar de la vida esperando un día especial puede dar lugar a que, llegado ese día, no seas tu quien decida cuan especial es. Recuerdo que yo tenía guardada una botella de coñac francés, que era parte del obsequio que me hicieron en mi empresa por los 25 años de antigüedad, y la tenía para eso, para alguna ocasión especial. Aquella tarde, cuando llegué a casa, abrí la botella y me tomé una copa; decidí que aquel era un día especial, porque a mi me daba la gana y porque a partir de ese momento iba a procurar que cada día fuese especial. Y decidí recuperar la otra filosofía, la de los problemas.

          Se puede pensar que es una tontería y seguramente lo es, pero vivir disfrutando del día a día, de las pequeñas o grandes cosas que van llegando con cada amanecer, sin esperar días especiales, es mejor que dejarlo todo por una expectativa que puede cumplirse o no. De siempre he creído que en una casa no debe haber nada que no pueda usarse; para exposiciones están los museos. A menos que se disfrute de la mera contemplación de los objetos, todos deben de tener la exclusiva misión de hacer de nuestros días algo especial. ¿Cabe mayor felicidad que el conseguirlo? Yo pongo el empeño. No siempre lo consigo, pero pongo el empeño.

De todas formas, a lo mejor todo esto son cosas mías.

Y os dejo este enlace, también porque me da la gana.  Extremadura: Levántate y anda

domingo, 29 de agosto de 2010

Hacer lo contrario de lo que se predica

               Me imagino que todos y cada uno de nosotros, a lo largo de su vida laboral y profesional, en algún momento, hemos hecho lo contrario de lo predicábamos a los demás. Me explico: En los mas de treinta años de profesional de Servicio Post Venta he tenido que explicar miles de veces a mis cliente que cambiar o modificar piezas o software simplemente porque pensamos que mejorará el funcionamiento de una máquina no es una buena idea, sino que la mayoría de las veces lo que se consigue es todo lo contrario, o sea, despertar a esa bestia dormida que todo artilugio lleva en su interior.
               Al principio los problemas se limitaban a errores de cableado o montaje; eran tiempos en que lo que predominaba era la mecánica y el montaje eléctrico. Mucho ajuste mecánico y mucha soldadura. Y un error a la hora de modificar el funcionamiento de una máquina se solucionaba repasando el protocolo de la modificación hasta que se hallaba el error y se corregía. Pero llegó la informática y se incorporó a todas las cosas que usamos normalmente. Ya no basta modificar el circuito eléctrico o cambiar un relé, ahora se cambian módulos completos y te quedas sin saber cual era la causa real del problema; eso es mucho mas barato que las horas que se podrían llegar a invertir, en un trabajo de campo, en diagnosticar y reparar; eso en el caso de que fuese posible reparar in situ, lo cual, la mayoría de las veces es imposible. Pero es que, además, el cambio de determinadas piezas requiere una recarga de software, firmware, o ambas, cosas para que luego ¡sorpresa! no funcione como funcionaba y se te quede esa cara de tonto mientras piensas ¿En que me he equivocado?. Tranquilo. No te has equivocado en nada. Solo es que la placa de circuito impreso que has cambiado,exactamente igual que la que has quitado, y a la que has puesto el mismo software, tiene su propia personalidad y no se va a dejar convencer con los mismos argumentos que la anterior, sino que tendrás que intentar que te entienda con el mismo idioma, pero explicado de otra manera. Entonces la sicoanalizas, hurgas en su memoria buscando una pista y la encuentras, o no, y al final decides que le vas hacer tragar el software tanto si le gusta como si no. Termina funcionando. Y el cliente, que está de los nervios, que te conoce y sabe que cuando sudas y resoplas es que la cosa no va como debiera, te pregunta: ¿Que? Que te han mandado la pieza mala ¿ no? Y tu decides que explicarle  que simplemente ha sido una disparidad de criterio con un objeto inanimado no te teja en buen lugar y puede poner en peligro el buen concepto que él tiene de ti, y que has ido adquiriendo a lo largo de tantos años; por tanto buscas una explicación fácil de asimilar y muy difícil de rebatir: No, es que he aprovechado par actualizar todo el software y, claro, después hay que volver a ajustarlo todo. Y rezas para que el artefacto se comporte. Normalmente lo hace. Y si no, tu cliente te llama para decirte que con la versión anterior iba mejor. Y rezas para que te prejubilen. Y te planteas escribir un libro que se titule algo así como: Las máquinas, el software y la madre que los parió.

             Un consejo que es casi un axioma: SI FUNCIONA, NI SE TE OCURRA TOCARLO.

            Por cierto, sabiendo esto, ¿por qué narices se me ocurriría a mi meterme a cambiar el Sistema Operativo de mi ordenador?