La Mirada

         Los Kynkys  

         El año 1966 es, oficialmente, el año de nacimiento de esta pandilla, Los Kynkys, que empezó llamándose Los Oquinaguas (o algo parecido). Era la época de los grandes grupos musicales y cualquier pandilla que se preciara tenía un nombre. En un principio, cosas de los tiempos, la componían solo varones de entre 13 y 15 años. No fue la primera pandilla de Valencia de las Torres, pero posiblemente fue la que mas se hizo notar. En cierta manera fue otra manera de entender la vida. Ni buena ni mala, ni mejor ni peor, solo distinta. Para los que la componíamos fue el inicio de una bonita etapa en un momento tan difícil como es la adolescencia.

         En algún momento de 1967, anterior al mes de Julio, la pandilla cambia su nombre y pasa a denominarse 'Los Quinquis'. Este cambio de denominación tiene su tinte curioso y un tanto anticonvencional, cuando no rebelde.
   
         Eran los años en que el quinqui 'El Lute' tenía aterrorizada a media España y emocionada a la otra media (siempre las dos Españas). Personaje entre el delincuente común y la leyenda tópica/típica ibérica, 'El Lute' ocupaba diariamente las primeras páginas de los diarios españoles, bien porque se le veía en cualquier lugar de la geografía española (según la prensa, era poco menos que omnipresente y poseía el don, extraño, de la ubicuidad), bien porque era protagonista de espectaculares fugas de cárceles de alta seguridad o trenes en marcha. La aventura de 'El Lute' dio lugar a que el término "quinqui" (de quincalla o quincallero) se convirtiese en sinónimo de maleante (el régimen necesitaba tener al pueblo ocupado pensando en otras cosas), y el 'look' de El Lute (pelo largo, para el estándar de la época) pasó a ser señal distintiva de un tipo de gente determinado. Al régimen no le gustaban los aires nuevos que llegaban de fuera, donde el pelo largo y las grandes patillas iban unidos a conceptos tan revolucionarios como libertad, hippie y sexo. En una España semimilitarizada y semiclerizada, en una España de beatas y Formación del Espíritu Nacional los conceptos de libertad (de cualquier tipo) y 'haz el amor y no la guerra' eran ataques directos al mas profundo sentido moral de una nación que era 'faro de occidente' y, en los ratos libres, "unidad de destino en lo universal", o al revés, que ahora no me acuerdo.
   
       Sería muy fácil decir ahora que nosotros, a nuestros trece o quince años, éramos conscientes de eso, que nuestras patillas (los que ya nos afeitábamos) y nuestro pelo largo (mas o menos largo) era fruto de una conciencia política, pero eso sería una falacia, porque solo eran productos de una moda que, gracias a la incipiente televisión y las portadas de los discos (singles), fuimos adoptando como señal de identidad de una nueva era. Algunos en el pueblo, un poco despectivamente, dieron en llamarnos quinquis. Teniendo en cuenta los prejuicios de los años en que nos movíamos, creo que fue valiente (o rebelde, o lo que sea) por nuestra parte adoptar el nombre, aunque, eso si, imprimiéndole nuestro sello, que en este caso fue la 'y', con lo cual, a partir de Marzo de 1968, pasamos a llamarnos ´Los Qynqys' e hicimos de este nombre una bandera y una señal de identidad que englobaba toda una filosofía, una manera de entender la vida y la amistad muy distinta de la que estaba al uso. Muy poco después el nombre sufrió otra modificación, la definiva. Así, el 6 de Abril de 1968 (¡toma ya!) se decide que el nombre será 'Los Kynkys',

        Han pasado muchos años de eso, mas de cuarenta; sin embargo, de todo aquello, de toda esa movida adolescente, infantil casi, han quedado muchas cosas. Quedó la amistad, quedó el cariño y, a muchos les parecerá una tontería, quedaron Los Kynkys. Cuarenta años despues aún teníamos ganas de vernos y abrazarnos, de compartir una semana juntos y disfrutar de la mutua compañía. No solo fue un 'revival' de
los años sesenta, fue mucho mas. Nada que ver con una reunión de antiguos alumnos, de compañeros de promoción, de quintos o boys scouts. Yo, al menos, tuve la sensación de que lo que pasó en esta
Semana Santa de 2010 solo lo podía entender alguien que estuviera muy, muy cercano a nosotros. Fue la alegría del reencuentro y la tristeza del hasta luego, fue la certeza del adiós, fue el abrazo que te hubiese gustado hacer mucho mas largo, fue la palabra no dicha y la que ojala nunca hubieses tenido que decir, fue la alegría de estar y la certeza de compartir momentos únicos e irrepetibles. Personalmente, no esperaba que una semana culminara tanto mis espectativas, tanto en el plano festivo como en el afectivo. ¡A que va a ser verdad que esto de "Los Kynkys" deja huella!. A mi me la ha dejado. Y punto pelota.




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(Escrito para publicarse en el el Programa de Fiestas del Cristo 2010)


Hace poco más de un año Antonio Miralpeix me comentó en un mail que se había hablado con otros amigos la posibilidad de hacer una especie de vídeo con las fotos que pudiéramos reunir de nuestra adolescencia y juventud. La idea me entusiasmó y me dispuse a aportar todo lo que estuviera en mi mano. Nunca imaginé que pudiéramos llegar a reunir tal cantidad de fotos, menos aun que consiguiéramos darle una forma y, aun menos, que esto diera lugar a un proyecto todavía más difícil y ambicioso: Un reencuentro de todos los que, allá por los 60, formábamos la pandilla de Los Kynkys.

Que los amigos se reúnan de vez en cuando es lo normal; que los amigos se reúnan, todos, después de más de cuarenta años de no hacerlo no es tan normal. Sin embargo eso es lo que ha pasado con Los Kynkys. A los más jóvenes ni les sonará o les importará muy poco, pero los más “maduros” seguramente se acordarán de quienes éramos la mayoría de nosotros. Lejos quedan los flequillos y las largas patillas de los años 60; hoy queda poco de lo primero y la mayoría (los que pueden) peinan canas o como dice el tango, “las nieves del tiempo platearon la sien”. Pero no importa, porque en ese encuentro se han renovado un montón de cosas, se han recuperado sentimientos y, sobretodo, muchos recuerdos. Ha bastado un abrazo, un beso, y hemos vuelto a tener 14 o 16 años; ha bastado recorrer las mismas calles de entonces y hemos recuperado nuestro pueblo, tan distinto de entonces pero tan igual, y, sobretodo, nos hemos recuperado a nosotros mismos.

Nosotros, los de entonces, es seguro que ya no somos los mismos, pero durante una semana hemos sido exactamente igual que entonces; Valencia de las Torres ha sido exactamente igual que entonces, porque lo que se guarda en el corazón no cambia nunca. Ahí el tiempo se detiene y llegamos a olvidar hasta las cosas que guardamos para no olvidarlas. Pero basta un pequeño detalle y acabamos volviendo a los recuerdos, acabamos volviendo al pueblo y, a veces, lo hacemos para quedarnos. De una manera o de otra. Y así es como debe ser. Así es como debería ser.

De aquella semana quedarán un montón de fotos y otro montón de recuerdos, unos alegres y otros no tanto. Y quedará el agradecimiento a un pueblo que nos ha acogido con el cariño de siempre. Nosotros queremos transmitiros este agradecimiento a través de su máximo representante, su Alcalde, Antonio Fernández, que nos recibió y conmemoró nuestro encuentro mediante una placa cuyo texto grabado hemos copiado ya en nuestro corazón.

No quisiera dejar de expresar el cariñoso recuerdo a Antonio Miralpeix, motor, cuando no artífice, de este reencuentro. Sin su empeño, su sentido de la amistad y, sobretodo, su cariño a nuestro pueblo nada de aquello hubiese sido posible. Su recuerdo hará que, efectivamente, Valencia de las Torres sea para siempre nuestro Punto de Encuentro.

Queridos paisanos, solo queda desearos que disfrutéis de estas nuestras fiestas.
¡Felices Fiestas del Cristo!

Hasta siempre.


Julio Pilar (hijo)