miércoles, 29 de septiembre de 2010

Yo, es que flipo con este tío...

A este si que se le entiende todo...

UN FACHA DE SIETE AÑOS por Arturo Pérez-Reverte
EL SEMANAL,

Me interpela un lector algo –o muy– dolido porque de vez en cuando aludo a España como este país de mierda. El citado lector, que sin duda tiene un sentimiento patriótico susceptible y no mucha agudeza leyendo entre líneas, pero está en su derecho, considera que me paso varios pueblos y una gasolinera. Le extraña, por otra parte, y me lo comunica con acidez, que alguien que, como el arriba firmante, ha escrito algunas novelas con trasfondo histórico, y que además parece complacerse en recuperar episodios olvidados de nuestra Historia en esta misma página, sea tan brutal a la hora de referirse a la tierra y a los individuos que de una u otra forma, le gusten o no, son su patria y sus compatriotas.
La verdad es que podría, perfectamente, escaquearme diciendo que cada cual tiene perfecto derecho a hablar con dureza de aquello que ama, precisamente porque lo ama. Y cuando abro un libro de Historia y observo ciertos atroces paralelismos con la España de hoy, o con la de siempre, y comprendo mejor lo que fuimos y lo que somos, me duelen las asaduras. Aunque, la verdad, ya ni siquiera duelen Al menos no como antes, cuando creía que la estupidez, la incultura, la insolidaridad, la ancestral mala baba que nos gastamos aquí, tenían arreglo.
La edad y las canas ponen las cosas en su sitio: ahora sé que esto no lo arregla nadie.
España es uno de los países más afortunados del mundo, y al mismo tiempo el más estúpido. Aquí vivimos como en ningún otro lugar de Europa, y la prueba es que los guiris saben dónde calentarse los huesos. Lo tenemos todo, pero nos gusta reventarlo. Hablo de ustedes y de mí. Nuestra envilecida y analfabeta clase política, nuestros caciques territoriales, nuestros obispos siniestros, nuestra infame educación, nuestras ministras idiotas del miembro y de la miembra, son reflejo de la sociedad que los elige, los aplaude, los disfruta y los soporta. Y parece mentira.
¡Con la de gente que hemos fusilado aquí a lo largo de nuestra historia, y siempre fue a la gente equivocada! A los infelices pillados en medio. Quizá porque quienes fusilan, da igual en qué bando estén, siempre son los mismos.
Pero me estoy metiendo en jardines complejos, oigan. El que quiera tener su opinión sobre todo eso, acertada o no, pero suya y no de otros, que lea y mire. Y si no, que se conforme con Operación Triunfo, con Corazón Rosa o con Operación Top Model, o como se llamen, y le vayan dando.
Cada cual tiene lo que, en fin, etcétera. Ya saben. Por mi parte, como todavía me permiten y pagan este folio y medio de terapia personal cada semana –es higiénico poder morir matando–, me reafirmo un día más en lo de país de mierda.
Y lo voy a justificar hoy, miren por donde, con una bonita anésdota anesdótica. Una de tantas.
Verán. Un niño de siete años, sobrino de un amigo mío, observando hace poco que varios de sus amigos llevaban camisetas de manga corta con banderas de varios países, la norteamericana y la de Brasil entre ellas –algo que por lo visto está de moda–, le pidió al tío de regalo una camiseta con la bandera española. «Van a flipar mis amigos, tito», dijo el infeliz del crío.
Según cuenta mi amigo, el sobrinete bajó al parque como una flecha, orgulloso de su prenda, con la ilusión que en esas cosas sólo puede poner una criatura. A los diez minutos subió descompuesto, avergonzado, a cambiarse de ropa. El tío fue a verlo a su habitación, y allí estaba el chiquillo, al filo de las lágrimas y con la camiseta arrugada en un rincón. «Me han dicho que si soy facha o qué», fue el comentario.
¡Siete años!, señoras y caballeros. La criatura. Y no en el País Vasco, ni en Cataluña, ni en Galicia. ¡En la Manga del Mar Menor! provincia de Murcia.
Casualmente, y sólo una semana después de que me contaran esa edificante historia infantil, otro amigo, Carlos, gerente de un importante club náutico de la zona, me confiaba que ya no encarga polos deportivos para sus regatistas con el tradicional filetillo de la bandera española en las mangas y en el cuello. «En las competiciones con clubs de otras autonomías –explicó– están mal vistos.»
Dirán algunos que, tal y como anda el asunto, podríamos mandar a tomar por saco ese viejo trapo (nuestra bandera) y hacer uno distinto.
Al fin y al cabo sólo existe desde hace dos siglos y medio. Podríamos encargarle una bandera nueva, más actual, a Mariscal, a Alberto Corazón, a Victorio o a Lucchino. O a todos juntos. Pero es que iba a dar igual. Tendríamos las mismas aunque pusiéramos una de color rosa con un mechero Bic, un arpa y la niña de los Simpson en el centro; y en las carreteras, el borreguito de Norit en vez del toro de Osborne.
El problema no es la bandera, ni el toro, sino la puta que nos parió.
A todos nosotros.
A los ciudadanos de este país de mierda.

martes, 28 de septiembre de 2010

La huelga de mañana

La pasividad de los grandes sindicatos en los últimos años y su casi complicidad con el Gobierno me hacían pensar que, en caso de pertenecer a la población activa, no hubiese ido a la huelga como castigo a los mismos.
Pero no pertenezco ni a la población activa ni a ese otro sector de la población que, según nuestro insigne Presidente de Gobierno, trabaja por España cuando está recibiendo una formación, es decir, cuando está haciendo un curso. Se olvida el Insigne de que todo trabajo, a la espera de la siguiente reforma laboral, debe ser retribuido, aunque se realice en pro y por España. El  Insigne debe pensar que la compensación por transporte que se otorga a los "trabajadores por España" y que asciende a la enorme cantidad de un euro y algunos céntimos por día, puede considerarse un salario. De ahí su error. Como no soy, pues, de ninguna de las clase de población activa que el Insigne pueda llegar a inventarse mientras mueve sus manos con su elegante gesto, creo que sí que hay que ir a la huelga, y hay que ir al margen de los sindicatos mayoritarios, sin acudir a las concentraciones y manifestaciones convocadas por ellos para aparecer en primera linea portando sus pancartas y eslóganes de refrito. Viven de las subvenciones y del cuento, han profesionalizado el sindicalismo, han creado su propio cuerpo de funcionarios a los que llaman liberados y que muchas veces ni acuden a sus propias manifestaciones. Hay que ir por que nos jugamos mucho. Hay que darle en la cara a los sindicatos, si, pero hay que darle mas fuerte a este Gobierno, mamporrero de la Banca y la Patronal, el que presta ayuda a los que crearon la crisis a costa de nuestros bolsillos y, posiblemente, de nuestras pensiones y, seguro, de nuestro futuro.
Ese futuro que tenemos tan negro y que ellos se aseguran tan bien nada mas tomar el poder. Los sindicatos se juegan mucho mañana, pero seguirán subvencionados; los demás...