lunes, 30 de agosto de 2010

Dias especiales

               Durante mucho tiempo procuré que mi vida funcionara de acuerdo al principio de que todos los problemas que puedan ir apareciendo a lo largo de la existencia de una persona están divididos en dos grupos: los que se pueden solucionar y los que no tienen solución. De los primeros no hay que preocuparse y de los segundo ¿para qué? Me ha funcionado durante mucho tiempo. De hecho, funcionó hasta que los problemas te los creas tu mismo y la competitividad laboral te hace bajar la guardia y entras en la dinámica de ir parcheando tu vida dando soluciones a problemas que, muchas veces, ni siquiera son tuyos pero que terminan afectándote a ti, a tu trabajo o a alguien de tu entorno. Y acabas olvidando lo que funcionaba tan bien.

          Un buen día leí una historia en un diario local que me impactó: Un hombre, acompañado de un amigo, buscaba por los cajones del armario de su mujer una ropa determinada; encontró un paquetito y en el interior, un bonito conjunto de ropa íntima que nunca le había visto puesto. Junto a la lencería una nota con la letra de su mujer que decía: "Para un día muy especial". El hombre se volvió a su amigo y, mostrándole la nota, dijo: ¿Que día puede ser mas especial que el de hoy?. Y puso el conjunto de lencería junto con el resto de la ropa que iba servir de mortaja a su esposa, muerta hacía pocas horas.
Que la historia sea real o inventada es irrelevante, lo que no es irrelevante es la moraleja que puede sacarse de ella. Dejar de hacer cosas, dejar de disfrutar de la vida esperando un día especial puede dar lugar a que, llegado ese día, no seas tu quien decida cuan especial es. Recuerdo que yo tenía guardada una botella de coñac francés, que era parte del obsequio que me hicieron en mi empresa por los 25 años de antigüedad, y la tenía para eso, para alguna ocasión especial. Aquella tarde, cuando llegué a casa, abrí la botella y me tomé una copa; decidí que aquel era un día especial, porque a mi me daba la gana y porque a partir de ese momento iba a procurar que cada día fuese especial. Y decidí recuperar la otra filosofía, la de los problemas.

          Se puede pensar que es una tontería y seguramente lo es, pero vivir disfrutando del día a día, de las pequeñas o grandes cosas que van llegando con cada amanecer, sin esperar días especiales, es mejor que dejarlo todo por una expectativa que puede cumplirse o no. De siempre he creído que en una casa no debe haber nada que no pueda usarse; para exposiciones están los museos. A menos que se disfrute de la mera contemplación de los objetos, todos deben de tener la exclusiva misión de hacer de nuestros días algo especial. ¿Cabe mayor felicidad que el conseguirlo? Yo pongo el empeño. No siempre lo consigo, pero pongo el empeño.

De todas formas, a lo mejor todo esto son cosas mías.

Y os dejo este enlace, también porque me da la gana.  Extremadura: Levántate y anda

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